Ya necesito ver el último naipe que cerrará el juego de las sombras.
El rey se ha ido y los
peones no saben que hacer con tanta libertad.
Los juegos son tan
ingobernables como las cartas.
Los mismos malditos números
de la bestia agazapada esperando para destrozarme las partes que ya no pueden ser el todo.
El sol se humilló
saliendo de noche mostrando mas sombras.
La luna tenía mas oscuro
su lado oscuro y marcó las cartas que el maldito crupier me niega.
Siento astillas de todo
lo que se rompió y se clavó dentro de mi.
Por qué aceptar un
destino que desconoce los comodines.
La transpiración marca
gota a gota el paso del tiempo siempre tirano y traicionero.
Espero las cartas y mi
mente escribe una y otra vez la película que se soñé despierta.
Malditas páginas en
blanco del guión del mediocre escritor dueño de la exquisita tinta.
El diablo pide cartas
sentado a mi lado.
Se las niegan porque
tiene muchas mas de las que merece su destino.
Miro a los ángeles y veo
como sus cartas están clavadas en sus alas que desgarradas no pueden seguir el
vuelo y uno, el mas bello, cae rendido ante mi. A mis pies.
Y el croupier estrangula
mi pánico de pérdida absoluta.
Grito desde el silencio
todo mi dolor y ya nadie escucha.
Todo pierde su figura. No
veo. No escucho. No hablo. NO siento.
El crupier baja los naipes, se terminó la espera. Respiro.
Me ahoga una adrenalina
no buscada, pero, querida.
Y cuando empiezo a ver
las que me tocan el crupier me las tira en la cara y decide terminar de golpe
el juego.
Fui vagabunda de mil
vidas y no entendí.
Ahora se que el destino
nos tira las cartas por la cara.
No siempre podes hacer la
mejor estrategia para caer en el abismo.
A veces perder es ganar.
A veces ganar no es ser
feliz.
A veces ni siquiera
importa el juego....Siempre importa que ese crupier este ahí.
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