Me adueñé de la noche
hasta que fuimos una.
Decidí esperar y pensar
todo de nuevo.
El miedo sabe lo que
hace. Te aniquila despacito.
Te mata el movimiento,
pero, no el deseo.
Prendí el último de los
cigarrillos y recorrí el placer de lo
que hace mal.
El humo excitaba las
formas en el aire.
Me senté. Miré hacia
abajo y la oscuridad tenía música.
Presionaba el aire que me
era esquivo y dolía.
Sabía que solo podía caer
o volar.
Aniquilaba mi
entendimiento el maldito poeta que todo lo domina.
Ser el mas brillante de
los pensadores o el mas eximio idiota
ser tornaba el dilema.
Negar lo dicho y lo
vivido puede ser la felicidad del último de
los cobardes.
Pero la dama de negro
sabe despertar al monstruo que ata y desafía.
El tiempo corría y el tic
tac golpeaba una y otra vez.
El NO reinaba pisoteando
a los malditos SI que nunca llegaron.
Y ahí estaba yo... infinitamente pequeña ante todo y ante mi.
Me pare y buscando el
mapa de los que no saben mirar cerré los ojos.
Fui parte del viento.
Fui noche.
Fui dolor.
Fui golpe.
Fui grito.
Fui vuelo.
Saber en que momento
abandonarte a la caída o abrir los brazos y volar es el elixir de los que
podemos escribir desde el alma del epílogo... porque el resto nada mas importa.
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